Desde que comenzamos nuestra carrera profesional hasta que finaliza atravesamos muchas etapas.
De manera clásica comienza con la identificación de nuestras habilidades y preferencias y por la elección de las opciones disponibles en cuanto a formación y oportunidades laborales. Se entra después en una fase inicial de primeras prácticas o/y experiencias laborales, para pasar a otra de aprendizaje progresivo que desemboca habitualmente en otra de máxima expertise y madurez.
Y así finalmente, con el transcurrir del tiempo, se llegará a la desvinculación total del ámbito laboral, más o menos abrupta o lejana en el tiempo, dependiendo del tipo de actividad que se desarrolle.
En países como Japón o Corea del Sur, por ejemplo, es habitual que toda esta trayectoria se haga en la misma empresa y aún en el mismo departamento.
En nuestro mundo occidental sin embargo, hoy en día podríamos decir ajustándonos a la realidad, que son más de uno o de dos los ciclos profesionales que las personas en edad activa solemos llegar a realizar, pudiendo además realizarlos en torno al mismo sector o ámbito laboral, o en otros completamente diferentes.
Hoy ya es habitual, sobre todo entre la gente más joven, cambiar de empresa, puesto o departamento de manera muy fácil, sin darle demasiada importancia al hecho del cambio.
Esto conlleva al menos un par de consecuencias:
La primera tiene que ver con la importancia de la orientación y re-orientación profesional y laboral, que deja de ser algo que se hace en un único momento de la vida para poder ser un proceso re-visitado y actualizado por propia voluntad o a la fuerza.
- Por parte de la persona interesada o afectada, requiere grandes dosis de apertura, flexibilidad, humildad, espíritu aprendiz y determinación.
- Por parte de quien realiza la re-orientación, exige altas habilidades y competencias para acompañar a re-descubrir el potencial y las posibilidades de esa persona, tanto a nivel de factor humano como profesional.
La segunda consecuencia, tiene que ver con la importancia que tiene el nivel de consciencia de las organizaciones para tener en cuenta estos ciclos profesionales que se dan de manera natural y continua, ya sea porque cambian las capacidades de adaptación de las plantillas a los cambios, porque se ha modificado una línea de negocio o porque se diversifica la actividad empresarial; entendiendo así que una de dos: o el talento de transforma y se re-orienta internamente, o se necesita buscarlo fuera y, consecuentemente, plantear una salida interna o externa al que hasta la fecha ha estado aportando ese valor.
Estas situaciones requieren que las organizaciones incluyan en su estrategia de personas procesos y medidas que las contemplen y gestionen, así como recursos que las hagan viables, ya sean de tipo interno o externo.
Por otro lado requieren, como un elemento de motivación y de compromiso de su equipo profesional, incorporar y alimentar las competencias de gestión del cambio, resistencia a la adversidad y de mejora en la toma de decisiones, tanto en su cultura del día a día organizativo como en sus planes de formación, para anticiparse a lo esperable.
Finalmente y a nivel general, se hace necesario entender el cambio como algo permanente que nos ayude a integrar y comprender la transformación de lo que hasta ahora entendíamos como “carrera profesional”, así como a fomentar habilidades en todo el ciclo vital que nos permitan recorrer con éxito las veces que necesitemos las etapas de cada ciclo profesional, es decir, las etapas desde que iniciamos un proyecto o trabajo hasta que finaliza el mismo, incluido el cierre y despedida de la vida profesional.
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